domingo, 8 de febrero de 2015



LUCES Y SOMBRAS DE LA CUSTODIA COMPARTIDA

La custodia compartida es una solución pensada en principio para que las parejas separadas puedan tener una relación más fluida con sus hijos e hijas. El problema no está en el concepto sino en cómo se materializa en la práctica, lo que obliga a revisar si esa decisión supone un beneficio para los menores o una ventaja para alguno de los progenitores. La custodia compartida es más utópica que idónea en algunos de los casos que vamos a revisar y difícilmente será eficaz sin la voluntad de ambos progenitores. Cualquier decisión contra esta realidad se parecerá más a una decisión salomónica que a una decisión justa y supondrá el sacrificio de los hijos e hijas a quienes se impone un reparto similar, que nada tiene que ver con la igualdad. Ésta no se impone por decreto, de la misma manera que la maternidad y la paternidad más allá de su referencia biológica se deben demostrar en el ejercicio de una función que se basa en la responsabilidad, el cuidado y los afectos hacia los hijos. Más que exigir la custodia compartida para preservar los derechos de la paternidad, se debe ejercer una paternidad responsable para luego pedir la custodia compartida que será consecuente con un comportamiento previo y que contará con el consenso de las parejas como se observa en la mayoría de las separaciones donde la mayoría de las decisiones sobre custodia se deciden de mutuo acuerdo.
Un informe del que son autores cuatro especialistas franceses en psiquiatría infantil, citado por una asociación que se llama Custodia en positivo 1, advierte de la situación de alto riesgo psicológico que presenta la residencia alterna en niños menores de seis años y dice: La ley del 4 de marzo de 2002 relativa a la patria potestad, en principio se ha hecho para permitir que los padres tengan un papel más importante junto a su hijo, lo que es necesario, justo y deseable para su desarrollo emocional. La intención legislativa es favorecer que el niño mantenga el contacto regular con ambos progenitores. Pero este texto no diferencia entre las necesidades de un bebé y las de un adolescente. Estos psiquiatras han estudiado 150 casos de niños menores de seis años que tienen trastornos psicológicos debido a la residencia alterna o residencia equivalente (división de tiempos). Comunica ese informe la aparición de uno o más de los siguientes síntomas:
  1. sensación de inseguridad con ansiedad provocada por una sensación de abandono porque no soportan el alejamiento de la madre y piden estar en contacto con ella.
  2. Sentimiento depresivo con la mirada perdida durante varias horas.
  3. Trastornos del sueño.
  4. Eccemas
  5. Pérdida de confianza en los adultos, especialmente en el padre, cuya visión provoca una reacción de rechazo.

Estos problemas pueden prolongarse hasta la adolescencia y se encuentran en la edad adulta, bajo la forma de ansiedad y depresión crónicas. Estos efectos se pueden extrapolar a muchos estudios de niños que han sido separados de sus madres en otros contextos. Por otra parte, en psicología conocemos el síndrome del marasmo en casos de niños muy pequeños que han tenido que sufrir hospitalización durante períodos prolongados, separados de sus madres. Incluso más allá de los seis años, en niños de siete u ocho años, con residencia alterna por decisión judicial, se observó un comportamiento de control exacerbado, manifiesto en un rechazo a mantener el ritmo propuesto por los padres y la escuela, como si estos niños se rebelaran contra un ritmo marcado por el exterior.
También se han observado los síntomas antes mencionados con el régimen de residencia equivalente, que se adopta para evitar largas separaciones del niño con la madre, por el que se le da al padre un tiempo equivalente al que tiene la madre para estar con su hijo. Esto tiene un inconveniente, que se parte al niño, quien tiene que sufrir varios cambios de residencia en una misma semana. También cuando el derecho de residencia incluye grandes fines de semana, desde viernes por la mañana hasta domingo o lunes por la mañana, o mitad de las vacaciones escolares.

En bebés muy pequeños por ejemplo, en épocas de lactancia, los vínculos con la madre deben ser protegidos para permitir al niño, poco a poco, salir de la casi fusión que se produce con el embarazo y de la relación privilegiada, sin duda genética, que el niño establece con su madre y que se continúa en la lactancia. Si bien existen grandes variaciones individuales en las habilidades de memoria de los niños, no hay que olvidar que un niño menor de dos años no puede mantener la imagen de su madre más que por un tiempo limitado, a partir del cual tienen el sentimiento de haberla perdido. Por lo tanto, es aconsejable ser prudentes en beneficio del menor. Los síntomas mencionados también se han producido en situaciones donde ambos padres estaban de acuerdo con la residencia alterna y desaparecieron una vez que los padres aceptaron que el alojamiento en casa del padre se estableciese en forma más progresiva. Lo cual significa que los trastornos pueden producirse aún en ausencia de conflictividad entre la pareja, si bien se potencian con la conflictividad, y está ligados directamente con la separación prolongada de la madre. Una situación en la que está absolutamente contraindicada no sólo la residencia alterna sino el contacto no vigilado con el padre en los casos de violencia doméstica. No respetar esta circunstancia provoca síntomas terribles en el niño, pérdida de peso, desórdenes psíquicos al límite de la incoherencia, angustia, congelación de sentimientos cuando está con el padre y los expresa cuando vuelve con la madre.

Hay padres, que se decantan cada vez más por la imposición de la residencia alterna nada más producirse la separación y hasta que ésta sea revisada pueden pasar varios meses. Se han dado casos de solicitudes de residencia alterna para un bebé de 23 días y otro caso la ha obtenido para un bebé de cinco meses. Esto significa que la ley, si bien parte de un principio que es razonable, como es el de asegurar que los dos padres obtengan el mismo espacio y tiempo para la crianza de su hijo, todo pensando en el bienestar del menor, en la práctica, por falta de especificidad en el estudio de los casos presentados, da lugar a un sufrimiento muy grave para los niños pequeños. Cuando estos niños son tratados por un terapeuta, el niño no logra entender porqué el terapeuta que ha comprendido que ésa no es la situación que le conviene, no logra cambiar la situación y se lo aprecia como cómplice del sistema.

En Estados Unidos, dos destacados investigadores 2 investigando a 145 niños de 12 a 20 meses y ampliado a niños de 24 a 30 meses, demuestran que dos tercios de los niños de padres divorciados que pasan regularmente una o más noches en casa del padre, tienen comportamientos que reflejan un estilo de apego más inseguro que los que no pasan noches con su padre o los hijos de padres no divorciados. Este tipo de apego tiene manifestaciones de hipervigilancia, acaparamiento, agresividad durante días o semanas, hipersensibilidad a cualquier separación potencial o real de la madre. No consiguen estar bien ni en el momento de la separación ni en el del reencuentro y creen que sus padres no son capaces de ayudarlos.

Kaplan y Pruett (1999) hacen hincapié en que el niño no tiene el mismo sentido del tiempo que un adulto, un día de separación puede ser el equivalente de varias semanas para un adulto, razón por la cual es importante que los cambios en el entorno del niño sean moderados. Los tribunales y también los padres tienen que aceptar que el divorcio crea, al menos temporalmente, una situación en que el interés superior del niño, no es sinónimo de ser justos con ambos padres. Del estudio de estos dos investigadores se desprende que el hijo que pasa noches en casa del padre no revierte ninguna ventaja a la calidad del vínculo padre-hijo. Por mi parte agrego que ésta depende de cada padre, de su capacidad de darse cuenta de las necesidades de su hijo y sobre todo, de no imponerle su presencia contra su voluntad, sino ser capaz de entender sus necesidades y tratar en todo caso de ganárselo con actitudes generosas hacia él. Los profesionales y los padres sensibles tienen que reconocer las señales de alarma en un niño pequeño cuando es incapaz de adaptarse al tipo de custodia establecido. Hay una comunicación del Ministerio de Justicia del Gobierno Federal Canadiense dirigido a los padres divorciados Porque la vida continúa que hace hincapié en la sensibilidad de los niños menores de dos años a la discontinuidad y al conflicto, a la separación del progenitor que le proporciona cuidados con más frecuencia.

Yvon Gauthier, profesor de psiquiatría infantil en la Universidad de Montreal dice que es esencial preservar la relación de apego primaria que se ha desarrollado en los niños con la madre y a la vez mantener un contacto regular con el padre, pero que no se debe dividir al niño en dos para satisfacer las necesidades de los padres porque para el niño es profundamente perturbador pasar constantemente de una figura parental a otra residiendo en casa diferentes en función de los días. Ante la imposibilidad de la presencia conjunta de los dos padres, es importante que el niño encuentre estabilidad con uno de ellos no sólo en el contacto con él sino en el espacio donde desarrolla sus tareas cotidianas. Italia no establece residencia alterna para niños pequeños. Suiza se opone mayoritariamente.

Todas estas cuestiones nos obligan a repensar los reclamos de los padres en términos de igualdad. El papel del padre si bien tiene un rol importante en la vida de un bebé, no puede ser equivalente al de la madre. No se puede confundir la igualdad ante la ley en términos de patria potestad con la misma igualdad a nivel del desarrollo temprano del niño. El argumento según el cual hay que poner en igual posición al padre lo antes posible para evitar que las madres posesivas ejerzan un control desmesurado en sus hijos, va en contra de lo que sabemos sobre el desarrollo psíquico precoz: un niño pequeño no puede ser autónomo salvo que tenga la certeza de que no va a perder la relación con su madre cuando haya cierta distancia con respecto a ella. Si ese no es el caso, se siente mal por tener que alejarse y se apega más a ella.

Un autor sueco, Lamb, uno de los más conocidos especialistas en el estudio de la relación padre-hijo, en 1983, demostró que los niños suecos con padres divorciados, que reciben cuidados mayoritariamente por parte del padre, muestran una preferencia por su madre en situaciones extrañas o inquietantes, como la presencia de un visitante desconocido en el rango de edad que va de los ocho a los dieciséis meses. Es el mismo comportamiento en las familias en que la madre es la principal cuidadora. Lo cual significa que si bien el padre puede tener una posición de figura de apego, el niño prefiere la base de seguridad materna en caso de angustia o ansiedad. ¿Cómo se explican estos hechos? Posiblemente por la casi fusión que se produce entre la madre y el niño durante el embarazo. Se ha demostrado que el feto reacciona a los estados emocionales de la madre. El recién nacido es capaz de reconocer la voz de su madre entre otras voces de mujeres, pero no la de su padre entre otras voces de hombres. Desde que tiene tres días un bebé nota la diferencia entre el olor del pecho o del cuello de su madre entre otras mujeres. Por eso es importante que en caso de separación o divorcio de los padres, se respete esta circunstancia evolutiva del bebé y no se perturbe su desarrollo con la imposición de una residencia alterna que aleje al bebé de su madre cuando aún no está preparado para soportar esa separación, porque entonces se produciría un apego perturbado. Llevar a los niños a la guardería no produce el mismo resultado, porque este hecho presenta una discontinuidad sobre un fondo de continuidad, que no respeta la residencia alterna. Se agrava la situación cuando un padre se opone a que el niño tenga contacto con la madre mientras está en su casa, lo que significa que el niño siente que pierde a su madre cuando va la otra casa y potencia los efectos negativos de la base de seguridad. Para sostener una coparentalidad sana, sería preciso que ambos padres soliciten un horario flexible. El problema es que cuando los jueces han ordenado una residencia alterna en forma definitiva, presentando los niños los síntomas descritos anteriormente, no los han interpretado como resultado de la residencia alterna, sino debidos a la ansiedad de la madre. De todas maneras es imposible que una madre no esté ansiosa cuando su hijo está padeciendo un sufrimiento psicológico. Evidentemente si la madre o el padre no tienen capacidad educativa suficiente o una buen equilibrio emocional, no se debe conceder una compartida al progenitor que padezca un trastorno de personalidad importante como depresión, delirio grave, abuso de sustancias, debiendo confiarse la custodia a aquél progenitor que esté mejor.

Para tener en cuenta el desarrollo temprano del niño, Brazenton y Greenspan, dos investigadores y psicólogos clínicos conocidos mundialmente por sus trabajos sobre el desarrollo psicológico de la primera infancia, han establecido un calendario para encuadrar el ritmo de los contactos del bebé con la madre si ésta es la responsable de los primeros cuidados o del padre si el caso es al revés. Calendario que será flexible en función de la conflictividad de la pareja y de la capacidad del niño para tolerar el cambio. Este calendario establece:
  1. De 0 a un año, el niño podría ver a su padre dos o tres veces por semana, cada vez durante medio día en casa del mismo sin pernocta nocturna. Dos de estos medios días se podrían concentrar en un día completo.
  2. De uno a tres años, tres medios días. Cuando el niño está familiarizado con la casa paterna, se podría añadir una sola noche en la semana, sin separación de la madre que supere un día y medio.
  3. De tres a seis años, el alojamiento en la casa paterna puede ser de dos días con dos noches, cada quince días y un medio día durante la semana. La mitad de las vacaciones escolares que no deberán exceder de quince días consecutivos en casa del padre a condición de mantener los contactos suficientes y no intrusivos con el otro progenitor.
  4. A partir de los seis años, los niños son más capaces de expresar lo que sienten, de apartar más los conflictos entre sus padres de su propia vida.

Sin embargo, un número grande de casos de niños de 6 a 10 años, muestra que la residencia alterna es más un deseo de los padres que la necesidad que tienen los niños, que expresan su desacuerdo con este tipo de custodia por el sufrimiento que les produce. Sería deseable entonces que al niño lo escuchara el magistrado y un especialista en primera infancia y una investigación a nivel nacional sobre el desarrollo psicológico de los niños pequeños afectados por la separación de sus padres en función de la medida de custodia propuesta y del nivel del conflicto parental.

En nuestro país, paradójicamente las asociaciones de hombres separados que son más críticas con la igualdad de sexos, son las que más reclaman la custodia compartida justamente en nombre de la igualdad. Esas mismas asociaciones hablan de denuncias falsas, existencia del síndrome de alienación parental, violencia de las mujeres hacia los hombres en la misma proporción que la que ellos ejercen sobre ellas, presentan la ley Integral o las medidas que promocionan la igualdad como un ataque a los hombres. El mismo Miguel Lorente, médico forense y delegado del gobierno anterior para la Violencia de Género, dependiente del ahora extinto Ministerio de Igualdad, ha sido acusado e insultado por estas asociaciones como un oportunista por defender la igualdad. Hay una carta abierta de Carlos Carnicero, presidente del Colegio General de la Abogacía Española, que dice que no se puede identificar como se viene haciendo, denuncias falsas con desistimientos, archivos o absoluciones por falta de pruebas. Hay un número importante de casos donde la víctima desiste de la denuncia pero éstas se encuentran en un entramado de relaciones familiares, sociales y económicas que las hacen especialmente vulnerables a presiones desde el exterior y a sus propias dudas sobre la conveniencia de mantener la denuncia. La realidad es que las acusaciones falsas cuando lo son, no son más frecuentes en casos de divorcio o disputas por custodia que en otros casos, constituyendo el 6% de las denuncias en casos de abusos sexuales. Entre las denuncias falsas interpuestas hay un 21% de padres que las hacen frente a un 1,3% de las madres.


LOS PRE-TEXTOS DEL SAP

El síndrome de alienación parental (SAP) es un concepto creado por Gardner que supone que cada vez que un hijo o hija no quiera estar o ver a su padre es porque ha sido alienado por la madre para predisponerlo en contra del padre, gracias a una campaña de denigración de éste. En adelante tomaré la descripción que traen a colación Sonia Vaccaro y Consuelo Barea en su libro El pretendido Síndrome de Alienación Parental de la serie de síntomas primarios utilizada por Gardner para diagnosticar SAP. Éstos son:

  1. Campaña de denigración en la que el niño manifiesta odio hacia el progenitor no custodio.
  2. Débiles justificaciones para el desprecio o para no verlo.
  3. Ausencia de ambivalencia.
  4. Fenómeno del pensador independiente, o sea, que el hijo/a afirma que la decisión de rechazar al padre es suya.
  5. Apoyo reflexivo y automático a favor del progenitor alienante.
  6. Ausencia de culpabilidad por la crueldad y explotación a la que se somete al progenitor alienado.
  7. Presencia de escenarios prestados, o sea, argumentos o frases que no parecen corresponder al lenguaje de los niños.
  8. Extensión de la animadversión a la familia extensa del padre.
  9. Dificultades en el intercambio con el niño en las visitas.

Críticas a esos criterios:
Si la madre o el niño, denuncian al padre por abuso sexual, Gardner considera que esa acusación es falsa y se sirve de ese hecho para diagnosticar SAP. Invocar una débil justificación para no ver a su padre es una evaluación subjetiva y no puede garantizar un diagnóstico fiable. En cuanto a la ausencia de ambivalencia, pensador independiente y apoyo reflexivo y automático a la madre, sería la conducta normal de un niño que ha sido maltratado o abusado por su padre o que ha presenciado malos tratos a su madre. Esto puede hacer que se solidarice con la madre a la que considera víctima del maltrato, o bien la que es su único apoyo frente a los abusos del padre. Por lo tanto, estas reacciones que son adaptativas al maltrato o abuso, de rebeldía adolescente o rabia frente al divorcio de los padres, que desaparecerían al cabo de un tiempo, se consideran en este enfoque de Gardner, reacciones patológicas. El sexto criterio supone que cualquier crítica al padre es ofensiva hasta el punto que Gardner califica de psicópatas a los niños y a las madres, y en esos casos diagnostica Sap. Pero esa ausencia de culpa en el niño es comprensible si él tiene claro que el padre es violento y abusador y él y la madre son víctimas y no agresores. El rechazo a la familia extensa del padre sería la consecuencia lógica a un ambiente donde él sabe que el padre al que teme, puede tener libre acceso, como por ejemplo, la casa de los abuelos paternos, donde no cuenta con la madre para protegerlo. El último criterio que evalúa las dificultades del niño en el intercambio no permite distinguir entre un niño alienado por el progenitor custodio de un niño profundamente vinculado a ese progenitor, por ejemplo, si las dificultades son porque el niño tienen hambre o sueño, porque no quiere dejar el juego al que jugaba, si son al encontrarse o al despedirse por no querer dejarlo.

Según Gardner, los padres que maltratan, abusan sexualmente de sus hijos o son negligentes con ellos, están todos en la misma categoría de padre abusivo-negligente, que él describe como hombres impulsivos , que enseguida se pelean, no se esfuerzan por trabajar, pierden su dinero en alcohol o juego. Sin embargo sabemos por el contrario que muchos maltratadores tienen un comportamiento excelente fuera de casa. El libro de Marie-France Hirigoyen, El acoso moral, ilustra bastante bien los diferentes tipos de maltratadores y su grado de peligrosidad. Los pedófilos también pueden tener un comportamiento social que hace difícil creer que puedan serlo. Cuando se omite una investigación sobre el padre para saber realmente como es su configuración psíquica y se manipula información sobre la madre, a la que tampoco se somete a un análisis riguroso y serio, es fácil concluir que el rechazo al padre es injustificado.

La ambigüedad de los criterios diagnósticos para invocar Sap, ha llevado a establecer diagnósticos falsos en casos: de abuso infantil severo, otros en los que el progenitor que se considera alienador no contribuye, o decide denunciar para defender sus derechos legales y proteger a sus hijos, o casos donde hay una denigración parental mutua, o aquellos donde se confunden conductas adaptativas de rechazo tras el divorcio, que son normales en el desarrollo de un niño/a. En todos estas situaciones se presume equivocadamente SAP.
Gardner llama a la terapia propuesta para desalinear al niño, Terapia de la Amenaza y propone que la misma debe basarse en la estricta separación forzada de la madre y el niño y que no haya ningún contacto entre ambos, ni directa ni indirectamente, vía teléfono o correo. Se ha llegado en casos en nuestro país que hasta se ha cambiado de colegio a los niños para que sus compañeros no contribuyan a aumentar el rechazo al padre. Es significativo que Gardner, aún admitiendo que se hayan probado abusos sexuales del padre hacia los hijos, defienda al padre diciendo que no existe un padre perfecto, que si bien la explotación sexual debe ponerse en la lista negativa, han de ser apreciados por el niño, los aspectos positivos. Esto concuerda con su idea de que el abuso sexual no es necesariamente traumático, sino que lo traumático es la actitud social hacia esos encuentros. 3 Es bien conocida la opinión de Gardner con respecto al incesto con los hijos y su idea de la seducción de los niños hacia el adulto como está documentada en sus propios textos, que obviamente ninguna revista científica se prestó a publicarlos, razón por la cual tuvo que autofinanciarlos.

Él también da unas pautas para determinar si una madre es alienadora o no, que son: la presencia de psicopatología severa previa a la separación, frecuencia de pensamientos y verbalizaciones programadoras, frecuencia de maniobras de exclusión, de denuncias a la policía y servicios de protección al menor, propensión a pleitear, episodios de histeria, frecuencia de violación de órdenes judiciales, éxito manipulando el sistema legal para realizar la programación, riesgo de intensificarla si consigue la custodia.
Cuando se refiere a la psicopatología severa previa a la separación, la define como una folie à deux, o sea, como una psicosis. Al definir esto como SAP, confundió una reacción propia del desarrollo ante el divorcio y los conflictos parentales intensos, incluyendo la violencia, debidos al enfado entre padres e hijos, a veces inapropiado pero predictibles después de una separación, con la psicosis. Y acorde con esta convicción errónea, prescribe el traslado permanente a la casa del padre como progenitor custodio para evitar que los niños estén protegidos de las inducciones programadoras de la madre debido a su psicopatología. Pero Gardner no proporciona pruebas empíricas que demuestren que mujeres o niños diagnosticados con SAP tengan síntomas patológicos. Además el padre no es diagnosticado ni estudiado. Tampoco puede valorarse si los síntomas del niño en el momento del examen son patológicos o respuestas adaptativas temporales al divorcio, porque no hay evaluaciones a lo largo del tiempo ni de los hijos ni del padre. Muchas de las pautas que señala para determinar si una mujer es alienadora, pueden corresponder perfectamente a la conducta de una mujer maltratada que quiere proteger a sus hijos de un padre violento o abusador, acudiendo a la justicia o desesperándose cuando se encuentra con la injusticias porque no se le cree y el testimonio de sus hijos se considera nulo, por suponerlo programado. Gardner por otra parte tampoco tiene en cuenta las secuelas del maltrato en la mujer que desembocan en un Trastorno por Estrés Post-traumático, que se caracteriza por recuerdos intrusivos, la evitación de los estímulos que recuerdan al trauma, angustia vigilante, miedo intenso, pánico, ansiedad, incluso en respuesta a estímulos menores. Gardner llega a sugerir que incluso la rabia es indicador de madre alienadora. Si el tribunal que decide la custodia ignora en la evaluación la historia de violencia para entender la conducta materna, como por ejemplo, negarse a dar su dirección, resistirse a las visitas sin supervisión, especialmente si cree que sus hijos están en riesgo, ella puede parecerles hostil, poco cooperadora o inestable y acusarla de ser alienadora.

El perfil que Gardner presenta de madre no alienadora puede corresponder al perfil de una mujer maltratada con Síndrome de Estocolmo, o sea, sumisión total al varón, minimización del maltrato, dependencia emocional extrema con el maltratador, pérdida de identidad, que se conoce en psiquiatría como estrés Post.traumático complejo elaborado por Judith Herman, 4 que se presenta en personas que han sufrido traumas prolongados y repetidos como niños abusados, mujeres maltratadas, explotación sexual organizada, rehenes de guerra, supervivientes de campos de concentración, sometidos a sectas, todos casos que suponen una historia de sometimiento a un control totalitario interpersonal a lo largo de un período prolongado.

En el tratamiento que hacen los que creen en el SAP, el mismo terapeuta trata a toda la familia, lo cual genera una distorsión en la confianza de los entrevistados, si uno es acusador y otro es acusado. Además la terapia de la amenaza nunca será un método terapéutico y acaba generando odio. La coacción legal es un método violento que puede inducir por falta de esperanza de escapar al terror, la identificación con el agresor, minimizando la agresión, imitándolo y justificándolo porque saben que su supervivencia a veces depende de que logren aplacar a sus abusadores y fingen sumisión o afecto para sobrevivir, como les sucede a muchas mujeres maltratadas, niños abusados, prisioneros de guerra. Llevar a los niños a vivir con un padre al que temen es dejar una huella traumática que dura muchos años. El amor no se puede imponer, se debe ganar con la propia conducta. En vez de valorar cuidadosamente cada situación individual y proceder con mucha precaución, los profesionales que privilegian el contacto del niño con el padre rechazado, pueden pasar por alto conductas del padre que provocan un rechazo adaptativo y lógico en el niño, como por ejemplo, si el padre tiene problemas de salud mental, abuso de poder o de control, si es adicto, o simplemente si es un padre indiferente.
De los casos de disputa por la custodia, entre el 25 y 50% encierran violencia de género. Los niños expuestos a tal violencia pueden tener problemas emocionales comparables a los que han sido víctimas directas de maltrato o abuso sexual, los que la han presenciado padecen secuelas de agresividad, depresión y / o deficiencias cognitivas. Y en la edad adulta problemas de salud pulmonar, enfermedades cardíacas, obesidad, diabetes, adicción a drogas, alcoholismo, enfermedades de trasmisión sexual, depresión. Las denuncias de abusos sexuales en casos de custodia son infrecuentes (alrededor de un 6%) y la mayoría son fundamentadas, y las falsas no son más frecuentes que en otros tipos de delitos y resulta que el recurso a la denuncia falsa lo utiliza el padre en un 21% de los casos, mientras que la madre lo hace en el 1,3%. Los padres maltratadores son los que solicitan la custodia exclusiva más que los no violentos y la consiguen en el 70% de los casos.
Sólo me queda agregar que el SAP tal como lo describe Gardner, no ha sido reconocido con fundamento científico ni por la Asociación Española de Neuropsiquiatría, que además alerta de los graves riesgos de su aplicación en la corte judicial, ni por la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos ni por la Organización Mundial de la Salud.

Los padres no violentos que legítimamente sienten que su papel en la custodia del niño se interfiere, deben valorar otras estrategias para hacer su reclamación y no invocando SAP con apariencia científica y promovido por grupos de presión conocidos, porque eso hará finalmente más daño a los niños que beneficio. El estudio individualizado y no prejuicioso de cada caso particular es lo más indicado, buscar ayuda terapéutica que permita acceder a recursos eficaces, buscar mediación para intentar solucionar de mutuo acuerdo la custodia teniendo en cuenta los sentimientos de los hijos a quienes se les demuestra de esa manera que se los ama de verdad.

El hecho clínico probado que la madre tiene una importancia constituyente en el psiquismo del niño y que el papel del padre adquiere importancia a posteriori y de manera progresiva, no significa que en los casos en que la madre esté muy perturbada se le deba dar la custodia. Por eso concluyo esta comunicación con esta advertencia, porque he sido acusada de androfobia por publicar estas verdades, que no son presupuestos ideológicos, sino realidades clínicas probadas y apoyadas por lo que la psicología sabe de la evolución psicológica del niño y cuales son sus necesidades de acuerdo a su edad. Es a todas luces de sentido común, que no se puede dejar la custodia ni unipersonal ni compartida en manos de alguien perturbado, sea el padre o la madre. Por eso es importante estudiar sin prejuicios previos cada caso contencioso, porque cuando los padres no pueden llegar a un acuerdo razonando entre ellos, recurren a los tribunales, lo que ya implica un fracaso en la línea de lograr vías de acuerdo para el mejor desarrollo de los hijos. Que hay muchos padres separados rencorosos que utilizan el reclamo de la custodia compartida para vengarse de sus ex esposas, es un hecho muy conocido. Como también hay madres que son muy posesivas y sienten a sus hijos como su propiedad privada, lo que dificulta que puedan permitir que los hijos quieran a su padre.

Por todas estas razones hay que ser muy cuidadosos con un examen riguroso de la estructura psíquica de ambos padres y de la historia de su convivencia, no sólo entre ellos, sino como han asumido previo al divorcio, sus respectivas funciones maternales y paternales. Sólo de esa manera, se podría decidir sin temor a equivocarse, si es conveniente la custodia compartida o si es exclusiva de un progenitor decidir de cuál.
El problema se complica aún más porque quien en última instancia decide es el juez, pero no siempre hay garantías de que se respeten las recomendaciones de los expertos en el tema. Los que creen en el Sap, están muy influenciados a ver siempre a una madre alienadora y no investigarán demasiado al padre, lo que puede llevar a ignorar violencia previa o abusos en caso que los hubiera. Los que piensan que la madre debe tener siempre la custodia pueden tener una ceguera con respecto a su idoneidad, por ejemplo en caso de que la madre sea psicótica o violenta. Por todo esto es sumamente importante investigar a fondo, la estructura psicológica de cada padre y cada madre, caso por caso para tomar una decisión justa y adecuada a los intereses de los hijos. Se requiere una gran madurez y una gran generosidad, para saber separar a los hijos de los conflictos que una pareja puede tener entre sí y no convertirlos en armas arrojadizas de un progenitor contra otro, o en una rivalidad celosa por el cariño de los mismos, o lo que es aún peor convertirlos en el chivo expiatorio de la venganza. Cuando una pareja recurre a los tribunales, hay un fracaso evidente en el entendimiento de esta cuestión, lo que hace suponer que uno u otro o ambos no están en las mejores condiciones para separar a los hijos de sus conflictos de pareja. Recuerdo una anécdota que se atribuye al Rey Salomón, que tenía fama de justo. En una ocasión se presentaron ante él dos mujeres reclamando el derecho a la custodia del niño que cada una de ellas decía que era suyo. El rey Salomón decidió entonces que se cortara al niño en dos partes y se le diera a cada una de ellas una parte. La verdadera madre del niño renunció a su parte porque no quería que de dañara al niño. Entonces el rey supo quien era la madre verdadera. Una buena anécdota que se puede traspolar a la custodia compartida en los casos en que el niño es muy pequeño, porque psicológicamente se lo parte por la mitad.

Barcelona, ponencia presentada en el Salón de Actos del Diario de Mallorca, promocionado por la Asociación de Mujeres para la Salud de Islas Baleares, (Adibs) el 28 de mayo de 2012.

CLAUDIA TRUZZOLI
Psicóloga y Psicoanalista

1 Custodia en positivo, CIF G86244043, Registro Nacional de Asociaciones.
web http://custodia en positivo.blogspot.com

2 Salomon y Georges (1999)
3 Garder, R. A. True and false accusations of child sex abuse.

4 Judith Herman, Incesto padre-hija (1981) y Trauma y recuperación (1992)