jueves, 30 de enero de 2014

LA MATERNIDAD IMPUESTA





LA MATERNIDAD IMPUESTA
 Desde el pensamiento clásico más conservador y reaccionario a toda reflexión particularizada, siempre se ha contrapuesto en la figura de la mujer, la maternidad y la sexualidad, haciendo hincapié en la maternidad como realización personal en detrimento de la sexualidad. Cuando se habla de mujer en singular, se está utilizando un criterio ontológico esencialista para definir a las mujeres, porque éstas son muy diversas, no tienen una única esencia, sus deseos no están prefigurados genéticamente ni son a-históricos ni a-culturales. No se puede hablar de identidad femenina en singular, porque cada mujer fabrica su propia identidad femenina que no responde a una uniformidad.  Por tanto, se puede afirmar sin temor a equivocarnos que el deseo de ser madre –deseo al que quieren reducir la identidad femenina los sectores más conservadores-, no es compartido por todas las mujeres. Las hay que no quieren serlo por motivos muy diversos. Y es legítimo respetarlas. Imponer una maternidad obligatoria, que es lo que resultaría de la aprobación de la reforma de la ley del aborto, es una crueldad innecesaria. Llamar asesina a una mujer que aborta es una descalificación grosera y una trampa ideológica que oculta el desprecio total por las circunstancias de los personajes que intervienen en ese embarazo no deseado. He escuchado comentarios en algunas tertulias que da vergüenza oír, cuando insultan a las mujeres que quieren abortar diciéndoles que “deberían haber pensado en las posibles consecuencias antes de pasárselo bien” (sic). Esta última afirmación requiere dos puntualizaciones importantes. Quienes así opinan, toman las relaciones sexuales como un mal necesario para fecundar y si no es así, censuran el hecho de que sean actos que se realicen por puro placer. Por una parte, ¿se supone que una mujer que queda embarazada es siempre por descuido o irresponsabilidad? ¿Existen anticonceptivos seguros al 100%?  ¿Cuándo se produce una fecundación siempre ha habido participación voluntaria y libre? Y por otra parte, ¿está mal una mujer que se lo pase bien? ¿Que disfrute de su sexualidad? ¿Dónde queda la responsabilidad del padre co-autor del hecho? Muchas mujeres con una sexualidad poco madura, con una identidad femenina insuficiente, creen encontrar en la maternidad la respuesta a sus inseguridades identitarias femeninas, hasta el punto que en esos casos la maternidad actúa como un síntoma, dado que suponen que las confirma como mujeres. En estos casos,  parafraseando a Freud podríamos decir la sombra de la madre ha caído sobre la mujer. Sombra que la oculta, la sofoca, la sigue dejando en interrogación. No quiero terminar este escrito sin señalar que nadie niega, ni siquiera las pro-abortistas, que el aborto es una experiencia muy dolorosa para cualquier mujer, que defender el derecho al aborto, es defender la libertad de elegir la conveniencia o no de ese embarazo, dependiendo de qué circunstancias lo rodean, de las personas afectadas, si es resultado de accidentes imprevistos, dado que no hay ningún anticonceptivo que sea seguro 100%, o resultado de una violación, o de malformaciones fetales o enfermedades detectables. Decir como ha dicho el ministro Gallardón que si una mujer es capaz de matar a su hijo no nacido, qué garantía habrá de que no lo haga después de nacido, es un disparate.  Señor Gallardón, sepa usted que hay casos de madres psicóticas que han asesinado a sus hijos pequeños, madres que los abandonan porque no pueden sostenerlos ni anímicamente ni materialmente y por las que nadie se preocupa por ayudar. Cuando una mujer decide libremente ser madre ha dejado de lado un fuerte deseo de ser hija. Si no es así, las frustraciones generan intereses usureros que se hacen pagar en el entorno familiar provocando en los hijos verdaderos traumas que condicionarán su vida de relación posterior. Un ejemplo de esto lo pueden ver en la reciente película, Agosto.

CLAUDIA TRUZZOLI
Psicóloga y psicoanalista
claudiatruzzoliprofesional.blogspot.com

domingo, 26 de enero de 2014

AGOSTO

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AGOSTO

En esta película se entrelazan tramas argumentales de una intensa tensión emotiva, que hace difícil soportar la dureza de las interacciones familiares donde predomina el resentimiento y la necesidad de venganza por un pasado infantil de maltrato que se hace pagar en el presente a quienes se tiene más cerca. Una familia se reúne a raíz de la desaparición del padre. La madre (Meryl Streep), una hermana suya, su cuñado y sus tres hijas. Se confirma la muerte del padre, que aparece ahogado en un lago al que había ido a pescar. Después del funeral se reúne la familia a comer y en el transcurso de esa comida se va abriendo una caja de Pandora, que no deja títere con cabeza.  La madre,  amparada en el argumento de que la verdad puede decirse siempre y sin piedad, no desperdicia ocasión de mostrarse cínica, agresiva, cruel, movida por la oscilación entre sentir su dolor, su soledad, su amargura, su enfermedad, -tiene cáncer-, y una reivindicación orgullosa de poder sola, desmentida por la cantidad de pastillas tranquilizantes, sedantes, antidepresivas, de las que es adicta. Esa oscilación entre aceptar la verdad acerca de sí misma, su dependencia, su necesidad de ser ayudada, y la negación de sus límites, la hacen ser desdeñosa con las debilidades de sus hijas en las que proyecta  todo lo que ella no puede asumir de sí misma. Su crueldad y su egoísmo, también están movidos por su rivalidad envidiosa con las hijas porque éstas han tenido una vida comparativamente mejor que la que ella misma ha tenido. Sin embargo, pese a esta aparente ventaja, todas sus hijas tienen fracasos emocionales importantes con las parejas que hacen. Los hombres presentes -el cuñado, el marido de una de las hijas, el novio de turno de la otra, un primo que es el amante secreto de la hija que vive con su madre, no tienen fuerza suficiente como para ponerle límites a la agresividad de la anfitriona frente a la que se muestran sumisos, respirando un clima violento que va en aumento por momentos.

La hija preferida del padre (Julia Roberts), a quien es la primera vez que la veo en un papel dramático, es también la hija preferida de su madre en quien despierta una ambivalencia amor-odio porque no puede aceptar que ésta haya querido más a su padre que a ella misma. Una hija en quien se han depositado ambiciones de realización personal que fueron negadas a su madre y que hace que ésta la descalifique luego con la mayor crueldad. Su otra hija intenta sostener precariamente su autoestima esperando que casarse con el hombre que la acompaña en ese momento, que es poderoso económicamente, la salve de su precariedad emocional, soñando con una luna de miel en Belice. Tanta es su dependencia que aunque este hombre haya intentado seducir a su sobrina -jovencita presente en la casa-, intento que fue malogrado por la criada, ella trata de quitarle responsabilidad intentando culpar a la joven de haberlo provocado.  

El personaje que representa Meryl Streep, que por cierto es de una interpretación merecedora de un Oscar- se mueve entre la crueldad y la necesidad de justificarse, relatando con mucha angustia a las hijas una anécdota que muestra la humillación y la burla a la que su madre la sometía, los malos tratos fñisicos, violentos que obtenían frente a la menor rebeldía. Es la única escena donde se le escapan dos lágrimas, sin disfrazar su vulnerabilidad con cinismo. Pero dura poco. Con esta impronta emocional, esta mujer no puede dejar de hacer daño a sus hijas, les reprocha que no hayan llegado a deslumbrar en nada, que desperdició su vida cuidándolas. Una kamikase dispuesta a destruir cualquier vínculo amoroso y cualquier sentimiento de autoestima en sus hijas. Ataca el recuerdo del padre de ellas, lo despoja del dinero que era de ambos, intenta siempre justificarse por sus malas acciones y sin embargo no puede soportar saber que se ha convertido en un obstáculo para la vida saludable de sus hijas. No quiero decir como termina porque es una amarga ironía que les dejo descubrir. Una película durísima, pero con tantos matices, imágenes, personajes, anécdotas, que es imposible sintetizar. Hay que verla. Saldremos sabiendo qué es lo que nunca hay que hacer con los hijos y sobre todo, aprenderemos una vez más que los presuntos secretos familiares son eso, presuntos, porque a quien más se trata de proteger de que no los sepa es quien está más enterado de ellos. Pero este detalle, que es importantísimo, lo dejo para que lo descubran en la película.

CLAUDIA TRUZZOLI
Psicologa y psicoanalista
c.truzzoli@gmail.com 

sábado, 25 de enero de 2014

DESOLADA BABY JANE


DESOLADA BABY JANE

Ella se mira al espejo
creyendo ver en él la hermosa niña,
aunque las insolentes arrugas
desmientan que sea ésa.
Reinventa en sus recuerdos
ese añorado aire de reina
que tenía entonces su belleza
y encuentra, a su pesar,
un resto degradado que aún vacila
acercarla a ser princesa.
No quiso en su vida lazos amorosos,
sino el salvoconducto a los placeres
que su imagen le ofrecía,
y atrapada quedó en un embeleso
donde el paso del tiempo no contaba.
Apostó con un mal juego
a una carta equivocada
y olvidó llenar sus alforjas
con algo más que el simple afán
de ser deseada.
Ya ni puede llorar su decadencia
sin  pensar que las lágrimas
estropearán ese disfraz de juventud
que el estudiado maquillaje
intenta componer en su mirada.
Ni las fábulas ni las máscaras
que procura inventar cada mañana
consiguen seducir a Cronos
que implacable, ejecuta su venganza.

CLAUDIA TRUZZOLI
 18  setiembre 2012

jueves, 16 de enero de 2014

CINE: LORE Y LA LADRONA DE LIBROS



 LA LADRONA DE LIBROS

  La Ladrona de Libros Imagen 3
La ladrona de libros, narra la historia de una jovencita, Liesel, que vive los horrores de la segunda guerra mundial en Alemania y que muestra una capacidad enorme de resiliencia frente a todas las adversidades que le toca vivir. Durante un viaje en tren con su madre y su hermano, es testigo de la muerte del niño, que es enterrado en la nieve. Se lleva un libro que el sepulturero deja al lado de la tumba porque aunque no sabe leer, cree en los libros y su imaginación le ayuda a escapar de la terrible realidad que vive y le ayuda a tener fuerza para adaptarse incluso a esa familia adoptiva a la que su madre la envió y cuya nueva madre social la recibe con desagrado. En cambio, su nuevo padre, le enseña a leer y se convierte en su cómplice para atenuar el dolor de la niña y darle un mínimo de calor y acogimiento. Liesel, también es formada en una escuela nazi, es testigo de discursos inflamados de ideología nacionalsocialista, de quema de libros a los que ella asiste dolorida y asustada, pero no lo suficiente como para no arriesgarse a salvar de la quema el que puede robar. En su casa tienen escondido a un muchacho judío al que Liesel toma mucho cariño y su padre le hace prometer que no dirá a nadie, ni siquiera a un niño, amigo íntimo de Liesel, que le esconden. Es fiel a su promesa, tanto como puede serlo una niña y muestra actos de un valor extraordinario cuando lo que la impulsa es su pasión por los libros, siendo capaz de entrar por la ventana en la casa de un líder nazi para tomar prestados libros de su biblioteca. Liesel vive el horror de la época, el miedo de sus padres de acogida, el peligro de esconder a un judío, representante de un pueblo odiado por los nazis, y las represalias que podían tomarse con aquellos que intentaban salir en su defensa. Sin embargo, ella se refugia en los libros, en la amistad con el judío, con su amigo íntimo de la escuela, a pesar de haber perdido a sus padres, a su hermano pequeño y viviendo en un hogar que no era precisamente un modelo de calidez, excepto por los esfuerzos del padre de contrarrestar ese clima.  Película altamente emotiva porque al final lo que prevalece es la ternura entre los personajes en medio del horror. Ternura que se logra extender a todos los personajes que rodean a Liesel, gracias a su capacidad de adaptación a circunstancias terribles, que logran conmover enormemente. La historia de Liesel es una historia de pérdidas afectivas fundamentales y sin embargo, gracias a su gran vitalidad, su confianza en su propio valor humano, logran que pueda sobreponerse a todas estas pérdidas y finalmente encontrar al único personaje que le augura una vida feliz.     
        
LORE 

Lore

 Lore, nos muestra la historia de una joven alemana en 1945, después que la guerra ha terminado y sus padres que eran miembros de las SS, son encarcelados por los aliados. Ella tiene que quedarse a cargo de sus hermanos pequeños y atravesar toda Alemania hacia el norte donde vive su abuela. En ese tránsito vive una cantidad de experiencias muy traumáticas, donde pasan mucha hambre, tanta que en un momento ella se ve tentada de ofrecerse sexualmente a un hombre mayor que encuentra por el camino para que obtener comida, siendo auxiliada antes de consumarse esa oferta por un joven judío que mata a ese hombre. Este joven judío, tal como le habían inculcado desde pequeña, era para ella representante del enemigo máximo de Alemania, alguien a odiar y a evitar. La fuerza del prejuicio es tal que a pesar de que él la ayuda a atravesar Alemania, a sortear muchos peligros, a salvarla en más de una ocasión de dramas posibles, ella lo odia hasta tal punto que le dice el motivo de su rechazo en términos muy ofensivos, pero del que depende para sobrevivir. Finalmente recala en casa de su abuela, quien muestra con sus nietos una rigidez formal, una ferocidad de carácter acorde con el ideal de dureza propagado por los nazis, de quienes está orgullosa. Orgullo que exige a sus nietos diciéndoles que no tienen que avergonzarse de sus padres aunque estén detenidos. Lore siente que todo su mundo está habitado por sentimientos ambivalentes, que nada es lo como le enseñaron, quedando confundida y con un desierto interior por no tener nada que la sostenga, sus ideales caídos, sus padres encarcelados, su abuela rígida y sin asomo de ternura, y pierde el contacto con el único joven que la ayuda, ese presunto judío que irónicamente tampoco lo era. Sus documentos habían sido robados a un judío muerto porque pensaba que tendría más empatía con los aliados para salir de Alemania si mostraba una identidad judía. Película angustiante, pero interesante por sus matices psicológicos.                  

CLAUDIA TRUZZOLI
PSICÓLOGA Y PSICOANALISTA
c.truzzoli@gmail.com



lunes, 13 de enero de 2014

LAS RELACIONES QUE HACEN DAÑO




 LAS RELACIONES QUE HACEN DAÑO

Cuantas veces en mi vida como terapeuta me he encontrado con testimonios vitales de mujeres que estaban inmersas en una relación destructiva, dolorosa, de la que no podían separarse, a pesar de ser conscientes de la inconveniencia de mantenerse en esa relación. Esto lo he podido constatar incluso en mujeres muy inteligentes, de las cuales podría decirse que resultaba especialmente llamativa su capacidad de raciocinio. ¿Qué he aprendido con ellas? Volver a constatar una vieja idea freudiana, que en estos casos encuentra su verificación más potente: “que nadie es dueño en su propia morada”. Esto quiere decir, que aunque creamos que tenemos todos los elementos a mano para configurar de la mejor manera posible nuestras vidas, algo hay en nosotros que desconocemos y nos domina, nos empuja a tener conductas incomprensibles, irracionales, poco convenientes para nuestro bienestar, impulsadas por unas fuerzas que no podemos dominar y que sin embargo, resultamos dominadas por ellas. Esto es lo mismo que decir que existe en todos nosotros una dimensión desconocida donde se alojan todas las experiencias vinculares infantiles con su tonalidad afectiva particular y que luego quedan olvidadas en su carácter de causa de lo que nos sucede en la actualidad a pesar nuestro y no podemos comprender.

Cuanto más dolorosa, difícil, imposible de separarse de una relación que hace daño, más probable es que en ella se estén jugando reminiscencias infantiles que establecen un campo de lucha de aquello que no fue posible lograr con aquellas figuras tan importantes para nosotros en la niñez. Una niña maltratada por su madre, o abandonada afectivamente, puede intentar establecer una relación con una mujer distante o insatisfactoria en el intento inconsciente de lograr ser aceptada y amada, para convencerse a sí misma de que merece que la amen. También puede establecer una relación con un hombre distante o maltratador, con quien repite el modelo inconsciente de relación frustrada con su madre, impulsada por el poderoso afán de cambiar la imagen dolorosa de los recuerdos de un vínculo dañino infantil,  convirtiéndolos en un triunfo en su relación actual si consigue las metas de bienestar que se propone. Es una experiencia verificable en muchas relaciones que las mujeres que sufren maltrato nos cuentan, que existe un poderoso imán que las afianza en la relación cuando el maltratador les pide perdón y les dice que las necesita. En ese momento la ilusión inconsciente que las atrapa es lograr superar en una relación actual el inmenso vacío afectivo sufrido desde niñas, sentirse reconocidas, finalmente queridas, valoradas. Esa es la esperanza que las vuelve a atar a una relación que pronto les muestra cuán equivocadas estaban esperando un resultado benéfico y curativo de esa relación.   

Esas experiencias infantiles, se convierten en una especie de chip insertado en la piel que dirige a las personas -sin que sean conscientes de ello- a aquellas situaciones que repiten malas experiencias pasadas en el intento de sanearlas si logran reconvertirlas en amables. Podríamos preguntarnos, por qué no buscan directamente personas que les hagan sentir bien. Porque quienes son amables y consideradas con ellas, no responden a la familiaridad que les procuran los parecidos de las personas que han sido significativas para ellas, no las erotizan.  Las distintas actitudes que pueden adoptar en una relación estarán directamente influenciadas por su historia pasada y la manera de resolverlas es tomar consciencia de a qué están sujetas sin saberlo, para tomar la distancia necesaria que les permita romper con una repetición insana. Por eso es absolutamente necesaria una buena psicoterapia que les permita acceder a esos recuerdos y logren sentir la conexión de causa efecto entre ellos y su situación vincular actual.

La psicoterapia permite romper con la repetición dolorosa antes que el daño y la destrucción subjetiva sea mucho mayor que cuando una persona queda librada a sí misma sin ninguna ayuda. Una psicoterapia que conecte con las causas, no una psicoterapia que enseñe a controlar el malestar sin saber de donde adquiere su fuerza dominadora. Recordemos aquello de que “nadie es dueño en su propia morada” para desmitificar la idea de que quienes acuden a terapia son poco inteligentes, poco autónomos o más perturbados de lo normal. La autonomía es una ficción consoladora cuando se edifica sobre negaciones de la propia fragilidad y es una tontería perder tiempo de vida irrecuperable en aras de un orgullo narcisista presente en el “puedo solo/a”. A veces la excusa es que falta dinero para tratarse, pero es fácil ver como se gasta en otras cosas más hedonistas, a las que no quieren renunciar quienes dicen que no tienen dinero. Es cuestión de prioridades, no de falta de dinero en esos casos. Invertir dinero en cosas placenteras, en un consumo de productos innecesarios, sumergirse en un vínculo que absorbe todas las potencialidades, en un intento de sostenerse medianamente y evitar el vacío y el dolor, está destinado a la corta o a la larga al fracaso. Mientras que haciendo un tour de force que aleje del narcisismo, se puede tener la oportunidad de conectar con esa dimensión del sí mismo, que dirige todas las operaciones subjetivas y de esa manera, controlar verdaderamente la propia vida, alejarse de aquellas relaciones que la dañan y estar emocionalmente preparadas para disfrutar placenteramente de quien nos da verdaderamente cariño y bienestar.

CLAUDIA TRUZZOLI
Psicóloga y psicoanalista


   

sábado, 4 de enero de 2014

TRANSGENERISMOS




FOTOS DE UNA CHICA TRANSGÉNERO

MODELO AL QUE QUIERE IMITAR

Si hay cuestiones que podemos considerar como fronteras del binarismo excluyente de nuestra anatomía en macho y hembra, es la intersexualidad donde algo de los dos sexos está presente en la anatomía, sea genital, sea de caracteres secundarios. Y lo digo así, macho y hembra, porque decir masculino y femenino ya responde a una elaboración donde entran las pautas culturales que definen el género al que se pertenece cuando éste es definido, pero atribuir un género en función de la visión de genitales confusos al nacer no siempre es garantía que ese género vaya a ser aceptado por el sujeto sexuado al que se le atribuye dicho género. ¿Cuál es la diferencia desde la anatomía entre un clítoris más grande de lo habitual y un pene pequeño? Queda a criterio del cirujano la decisión. Los errores que la medicina ha cometido al asignar un género a los intersexuales también es prueba que se equivocaron provocando un enorme sufrimiento a quienes resultaron así designados. Una de las reivindicaciones de los intersexuales es que no se les practique cirugía correctiva o adaptativa que les asigna un género determinado  dado que ellos están contra el binarismo sexual porque quieren que se respete su diferencia. No se sienten alineados ni como hombres ni como mujeres, o a veces, sienten que  pueden ser ambas cosas a la vez. Sí se puede constatar un sufrimiento muy grande por sentirse monstruosos, palabra que utilizan a menudo cuando se llega a conocerlos más íntimamente. La pregunta es, si no existieran solo categorías binarias en lo que al sexo se refiere, ¿sufrirían de la misma manera? Una pregunta que queda en interrogación. Pueden ustedes ver la excelente película de XXY de Laura Puenzo que trata del sexo anómalo de una persona educada como chica, a la que le gustan los chicos pero tiene un pene pequeño y las dificultades vitales que le trae con el medio en el que vive por la incomprensión de los demás que la deja muy sola.

Si nos centramos en el deseo, ¿alguien podría realmente distinguir entre un homosexual y un gay que no se acepta como tal y que se refugia en la transexualidad para adecuarse a los estereotipos de género que su cultura le ofrece, lo que le permite sentirse heterosexual de esa manera? Esa duda sólo puede responderse atendiendo a la estructura psíquica de cada persona. Una etnografía extrema- la así llamada biografía personal escrita por una antropóloga que se toma a sí misma como objeto de estudio-, Transgenerismos, (Ed. Bellaterra, 2006) de Norma Mejía, persona anatómicamente hombre que se siente mujer y que no está operada, llega a la conclusión de que en realidad la transexualidad no existe en los seres humanos. Lo que existe es una adecuación artificial a través de la cirugía que intenta dar apariencia de sexo contrario a unos genitales dados por la naturaleza. Porque una transexual que se siente mujer nunca será una mujer como la biológica que responde a la normativa genérica, dado que el sexo cromosómico y el sexo gonadal no cambian nunca. XX , mujeres y XY hombres. Hay casos que se escapan a esta normativa. X0, síndrome de Turner, donde sólo hay una X, mujeres que tienen pechos y genitales femeninos aunque poco desarrollados. También hay variantes como XXY, síndrome de Klinefelter, como combinaciones de mosaico cromosómico, que son complejas. Pero una transexual tampoco es un travesti, en realidad es un transgénero, que  se asemeja al sexo contrario porque se siente pertenecer al mismo. Por eso la famosa frase que dicen ellas y ellos, que se sienten atrapados  en un cuerpo equivocado. Dicho así, parecieran responder a criterios esencialistas en cuanto se refiere a la identidad, creer que hay una esencia de lo masculino y de lo femenino.

Pero todas las cuestiones que definen el género son en realidad construcciones culturales. Cuando se habla de homosexualidad y de heterosexualidad ¿estamos usando criterios de género o criterios de sexuación? El otro sexo para un transgénero no es tan fácil de diferenciar. El que teniendo un sexo anatómico hombre se siente perteneciente al género mujer, cuando tiene relaciones con otro hombre, ¿en función de qué criterio define la hombría del otro? ¿Por su sexo? ¿Por la sensación subjetiva de  pertenecer a otro género? Las transexuales biológicamente varones, operadas o no, que se lían con otros hombres no operados y que no se designan transexuales ni gays, están convencidas de que sus relaciones son heterosexuales. Lo mismo sucede con las transexuales biológicamente mujeres que se juntan con otras mujeres biológicas y que no admiten que en su caso se trate de lesbianismo porque se sienten hombres. Paradójicamente, la aparente trasgresión del cuerpo los/as coloca en el conservadurismo más tradicional porque sostienen con más certeza que nadie la bipolaridad genérica excluyente. 

Volvamos al caso más tradicional y aparentemente más sencillo de hombre y mujer biológicos que intentan adecuar su género a su sexo y su deseo a la heterosexualidad. ¿Qué pasa allí con el deseo? ¿Está asegurado de entrada que nos oriente hacia el otro sexo? Simone de Beauvoir en El segundo sexo decía que una mujer no nace sino que se hace. Pero el psicoanálisis sabe -al menos el psicoanálisis lacaniano-, que la anatomía no es el destino, porque una persona puede aceptar o no el destino genérico que la anatomía le asignó al nacer y puede aceptar o no dirigir su deseo hacia el otro sexo. Los transgéneros saben de esto, los homosexuales también. Decir que representan estadísticamente una porción minoritaria es tratar ideológica e interesadamente una cuestión que intenta hacer de la presunción de heterosexualidad lo normal. Olvidando que la normalidad es un síntoma, una ficción que la sociedad establece para ocultar la inconsistencia de la identidad sexuada de la que nunca se puede estar seguro del todo. La heterosexualidad pura es una ficción equiparable al falo ideal. No existe. No hablo de prácticas sexuales aquí sino de deseos. Uno/a puede tener prácticas exclusivas y excluyentes con el sexo al que se dirige, pero en el deseo las cosas no son tan claras ni tan fijas.

En la película Crazy se puede observar cómo el más homófobo y el más transfóbico, es quien menos seguro se siente de su pureza heterosexual. Los hombres que buscan tener relaciones sexuales con un travesti están buscando  la  figura  de  la  madre  fálica,  figura  de  un enorme peso en la subjetividad de muchos seres humanos,  hasta  el punto que hasta los más machos no dejan de haberse sentido atraídos en algún momento de sus vidas por esta figura y las más hembras no dejan de haber sentido hacia esta figura una curiosidad inquietante. La aceptación de la diferencia de los sexos con la consiguiente asunción de un sexo psíquico acorde con el anatómico se apoya en el concepto de castración en la madre. El niño deja de percibirla como completa, acepta que no tiene pene, y se diferencia de ella. La niña se dirige al hombre buscando lo que no tiene la madre. Eso en teoría ideal, porque las cosas no son nunca tan sencillas ni tan simples. 

¿Cómo construye el hombre que se adapta a la norma heterosexual su identidad hetero? ¿Es seguro que en todas las circunstancias sus prácticas sexuales responden a un deseo genuino del otro sexo? Si miráramos la fantasía que lleva a muchos eyaculadores precoces al orgasmo, poca relación tiene ese placer con la mujer, siendo en muchos casos la fantasía de ser penetrados por un hombre lo que les procura satisfacción orgásmica, como señala Gerard Pommier. Si miráramos el sentir de un hombre violento que utiliza la penetración como medio de reafirmar su poder frente a la mujer, su deseo es más de carácter autoerótico que hetero, porque a través de la humillación que hace de la mujer con ese acto se reconfirma como poderoso, lo que le da el verdadero placer. El caso extremo es el violador que odia a las mujeres y se venga de ellas violándolas.

Una película, M. Butterfly protagonizada por Jeremy Irons, basada en un caso real de un diplomático francés que se enamoró de una mujer china, pero resultó que no era mujer sino hombre y un espía con quien mantuvo una relación durante veinte años.  Interrogado por el juez en el juicio que se libró contra él, se defendió diciendo que jamás había visto desnuda a su amante y que creyó que mantener la ropa puesta era una costumbre china que obedecía a la modestia oriental. Situada en 1988, tras el juicio, dos hombres y una mujer se burlan del diplomático porque creen imposible que se haya mantenido en la ignorancia durante veinte años. Lo cual, con mirada y escucha de psicoanalista, podría decir que no quiere saber lo que sabe, Para el diplomático, Butterfly era el paradigma de la mujer perfecta, pero podríamos decir desde el psicoanálisis, una mujer a la que no le falta nada pues conserva el atributo masculino.  Tal es así que cuando se descubre que su amante es un varón, el diplomático se niega a verlo. En la obra de teatro, abandona la escena cuando su amante, la Song-femenina empieza a desmaquillarse para remaquillarse como Song-masculino a los ojos del público, resultando tan artificiales tanto la una como el otro. En la película no aparece esto sino una visita de Song a la cárcel cuando va a ver al diplomático vestido como un hombre y aquél sufre un schok, porque no quería ver ese cambio. De hecho, otra mujer occidental, compañera suya, Renée, que lo provoca y se muestra desnuda ante él, le provoca estas reflexiones  ella que era perfecta, que tenía un cuerpo como los de las revistas y era excitante estar con alguien que no se asustaba que la vieran completamente desnuda. ¿Pero es posible que una mujer sea tan desinhibida que parezca casi demasiado…masculina? Pero ese episodio lo lleva a presentarse ante Song  muy excitado y le exige verla desnuda. Song tiene que echar mano de un ardid improvisado para que Gallimard no la desnude y le dice que está embarazada y tras un período fuera regresará con un hijo que le dice que es de ambos, satisfaciendo una paternidad en Gallimard que éste no alcanzaba en su matrimonio y sirviéndose del hijo para afianzar el compromiso con el francés. Sin embargo cuando Gallimard es encarcelado terminará suicidándose al descubrir la verdad, no sin antes hacer una performance, donde él mismo se traviste como mujer. Nótese la ambigüedad del nombre M. Butterfly puede ser Madame Butterfly o Mister Butterfly. 
La figura del travesti evoca la madre fálica, aunque el travesti puede no ser un transgénero, sino un transformista. La diferencia es una diferencia de estructura. El travesti no necesariamente se siente mujer, más bien lo que busca es impactar con la sorpresa de descubrir ante el público que tiene un pene. Hay una película española,     Querido Miquel protagonizada por Immanol Arias, a quien se le despierta un deseo que lo sorprende cuando asistiendo a un espectáculo de una striper, descubre al final que es un hombre.  

Si pensamos desde el género, la masculinidad y la feminidad pueden estar definidas por atributos que según la mirada del entorno cultural del observador, pueden ser variables aún considerando al mismo sujeto. Un interesante artículo de Rodrigo Andrés en Nuevas masculinidades,  Icaria, Marta Segarra y Angels Carabí (eds.) hace una aguda reflexión acerca de la percepción de la homosexualidad masculina entre la feminidad y la masculinidad según quien sea el sujeto que la considere, dice para una lesbiana feminista […] el hombre homosexual, en su calidad de hombre, es un beneficiario del sistema patriarcal. Paradójicamente sin embargo, para un hombre heterosexual de una conservadora zona rural que haya moldeado su vida a imagen y semejanza del modelo de virilidad prevalente en su comunidad, los jóvenes homosexuales urbanos que expresan claramente su preferencia sexual, quizá le parezcan totalmente afeminados.   

Desde el inconsciente, no existe lo masculino y lo femenino, sino lo fálico y lo que no lo es. Masculino y femenino son elaboraciones posteriores que responden a modelos culturales y a los cuales la identidad de cada persona que pertenece a un medio determinado trata de acomodarse para sentirse que responde al modelo compartido por su entorno social. Aunque nada asegura que esa performance inicial se ajuste a su deseo de manera fija y definitiva.   
      
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CLAUDIA TRUZZOLI
Pertenece a la red Caps de profesionales sanitarias.
Autora de El sexo bajo sospecha. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid 2003.